“No somos conscientes de que siempre estamos aceptando términos y condiciones”

Cuenta Jorge Morell que, hace dos años, la empresa Gamestation decidió gastar una broma a sus usuarios con motivo del día de los Inocentes. Introdujo en sus términos y condiciones una cláusula según la cual los clientes venderían su alma a la empresa. El 88% de los usuarios aceptó.

“La gente no lee los términos y condiciones y los acepta sin mayor miramiento”, explica Morell, el autor del blog terminosycondiciones.es, en una entrevista que publica la Oficina de Seguridad del Internauta.

Estos contratos que inundan nuestra vida diaria digital generan costes, tanto si los leemos como si no les dedicamos ni un minuto. Morell, licenciado en Derecho, se decidió a escribir su blog, que intenta desgranar las intrigas de ese farragoso mundo, cuando leyó que se necesitarían 76 jornadas laborales de 8 horas para leer todos los términos y condiciones que aceptamos a ciegas a lo largo de un año.

Evitar sorpresas

Sin embargo, estos “establecen las reglas del juego”, señala, “y, teniendo en cuenta que demasiadas veces algunas de esas reglas son abusivas a favor de la empresa, hay todavía mayor razón para al menos echarles un vistazo y saber a qué nos atenemos”, continúa. “Las sorpresas son para los cumpleaños”.

Pero ¿por qué nadie se los lee? “Que sean largos, técnicos, complejos y en un idioma desconocido ayuda y mucho”, indica Morell. “Pero también creo que ayuda que los términos y condiciones sigan anclados en el pasado y no se hayan aprovechado de ninguno de los avances tecnológicos aplicados a otras muchas materias”.

Nada es gratis

Por otro lado, Morell destaca que no somos conscientes de que a veces ni siquiera tenemos que presionar un botón para aceptar un contrato digital. Especifica que existen dos tipos de aceptaciones: la que se basa en ‘clic wrap’ (cuando marcamos una casilla para indicar nuestro consentimiento) y la conocida como ‘browse wrap’, en la cual aceptamos las condiciones simplemente mediante el uso, empleo y disfrute del servicio.

Es el caso de Google. Incluso cuando accedemos al gigante de Internet sin identificarnos con nuestro usuario y contraseña, damos nuestro consentimiento para que se envíe de forma anónima información como nuestra IP, la posición geográfica o el idioma configurado, entre otros.

Morell insiste en que en Internet ningún servicio es totalmente gratuito; siempre estamos dando algo a cambio. Por ejemplo, en el caso de que sí nos registremos y accedamos a Google o a otro servicio similar con nuestra cuenta personal, este se cobrará el producto que nos ofrece en datos que después venderá a anunciantes.

Es en estos casos, según él, en los que más atención se debe prestar a los términos y condiciones que aceptamos, “ya que es más probable que intenten exprimir al usuario un poco más de la cuenta”.

¿Qué hacer?

El autor de terminosycondiciones.es sugiere que no nos volvamos locos y que, antes de sumergirnos en un mar de claúsulas, tomemos unos segundos para decidir para qué vamos a utilizar la página. De esta forma, sabremos a qué puntos hemos de prestar atención.

“Por ejemplo, si empleo Facebook como usuario normal y corriente […] bastaría con prestar atención a […] aquellos aspectos que hablan del contenido compartido, los términos en los que se licencia, hasta dónde puede llegar a difundirse y de qué medios dispongo para controlarlo o monitorizarlo”, apunta.

Morell no cree que la solución esté en “leérselo todo por sistema, sino en pararse a pensar un minuto en el propósito que le daremos al servicio o producto, determinar los aspectos significativos de ese propósito y de acuerdo a lo decidido, prestar atención a lo que potencialmente pueda afectar”.

Si aun así se nos presentan problemas, el primer lugar al que debemos acudir es a las propios términos y condiciones del servicio o a las FAQ, donde, probablemente, se halle por escrito la solución al conflicto. A los tribunales debe acudirse solo en último extremo

Fuente: Ticbeat

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