«Me han despedido por culpa de Twitter»

Las críticas de un funcionario de la Casa Blanca al Gobierno de Obama desde la red de «microbloging» le costaron el puesto. La práctica cada vez más común de vituperar al jefe puede provocar conflictos laborales evitables

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Es posible que en el momento del «calentón» no acertara a vaticinar las consecuencias. Jofi Joseph era la persona detrás de un perfil anónimo en la popular red de «microblog» Twitter hasta que fue pillado con las manos en la masa. Después de lanzar numerosos mensajes insultantes y críticos con la política llevada a cabo desde la Casa Blanca, el Gobierno de EE.UU. decidió mandarle a casa despedido la pasada semana.

El ahora cesado director de la sección de no proliferación del personal de Seguridad Nacional de la Casa Blanca debía estar convencido de que no dejaría rastro de sus tuits, en los que reveló información interna en los últimos dos años. El gobierno norteamericano decretó en 2011 que criticar al jefe en redes sociales no es motivo de despido, pero el poder de un «tuit» es asombroso y puede pasar factura.

Criticar al jefe está a la orden del día. No son pocos los que diariamente se quejan de cómo son tratados en sus ambientes laborales, de las tareas que sacan adelante o que, simplemente, lloriquean cual niño enfrentado a la manía del profesor. A modo de desahogo o para volcar la ira, los usuarios han hecho de las redes sociales un tótem de la comunicación social de conflictos verbales.

«Las redes sociales son transparentes y no somos para nada conscientes de su alcance. Creemos que lo que publicamos en Twitter solo va a salir en su entorno, pero si un seguidor con mil seguidores lo replica llega a mucha gente. No tenemos esta consideración de las redes sociales. En ellas expresamos lo que realmente somos. Los mensajes están llenos de nuestros valores y rastrear a alguien en la Red es muy fácil, aunque incluso hable con seudónimos», explica Raquel Caballero, coach de Inteligencia Emocional, al diario ABC.

Este funcionario americano no es el primero ni posiblemente será el último al que le relegan de su cargo por traspasar esa línea de lo políticamente correcto. En las redes sociales, al final y aunque se crea que no, todo se ve, y los mensajes y fotos pueden llegar al entorno de responsables de organizaciones que, al verlo, dan un golpe en la mesa. La era digital es lo que tiene. Para bien y para mal.

Bien lo sabe un desarrollador que trabajaba para la «startup» Playhaven. Publicó un chiste sexual a otro compañero que se encontraba a su lado sobre una joven de la empresa de mensajería SendGrid y ésta decidió subir una foto de los «bromistas». La repercusión que generó en el marco de la conferencia de desarrolladores de PyCon fue el detonante para que fueran despedidos. Lo que podía ser visto como un chiste se convirtió en una broma machista de mal gusto.

Transparentes

«No sabemos gestionar los conflictos. Buscamos siempre llevar la razón, así que ¡imagínate en las redes sociales! Y las grandes empresas están utilizando estos canales para controlar una buena reputación», agrega esta experta, que añade: «No tenemos consciencia de que no solo nos escuchan cuatro personas. Nos volvemos tremendamente transparentes».

Otro caso lo protagonizó Pierre Salviac, periodista francés de la radio RTL especializado en rugby, que fue despedido hace un año de la emisora tras haber publicado un «tuit» sexista contra sus compañeras periodistas y Valérie Trierweiler, esposa del presidente galo François Hollande y también periodista. En su perfil escribió: «A todas mis compañeras, os digo: Sexo útil, tenéis una oportunidad de convertiros en primera Dama de Francia».

«Es importante saber por qué quieres estar en una red social primero. Los reclutadores cuando quieren encontrar a un nuevo empleado siempre lo contrastan en las redes sociales. No sabemos que es un altavoz de quien tú eres. Todos somos importantes en nuestro entorno y allí donde pongamos nuestra huella. Tal como eres de persona eres como profesional, no puedes separar ambas cosas», subraya Raquel Caballero.

Pensar dos veces antes de publicar

Resulta indispensable pensar dos veces antes de publicar una crítica al jefe, y tener mucho cuidado con lo que uno dice en este universo social cada vez más grande. Uno puede exponerse a aparecer en una web como Eresloquepublicas.com, que recoge «tuits» críticos, perfectamente actualizados, que pueden ser considerados como acoso, ciberbullying, robo de identidad o «phising». Este interesante proyecto impulsado por unos jóvenes mexicanos se asemeja a Fire Me, creada en Alemania, que rastrea en Twitter palabras relacionadas con el descontento laboral.

«Internet es como un Gran Hermano, pero en lugar de cámaras hay cookies», replica Juan Merodio, experto en social media y nuevas tecnologías.

Lord Alistair McAlpine, un antiguo tesorero del Partido Conservador británico y asesor de la primera ministra Margaret Thatcher acusado de haber abusado de una docenas de menores en los años setenta con informaciones que después se demostraron falsas, exigió compensaciones económicas a varios miles de «tuiteros» que se hicieron eco de la noticia sin ser cierta. «Querer dar un castigo ejemplar a ciudadanos que simplemente se hacen eco de informaciones y expresan su sentir al respecto a través de las redes sociales no es justo. Bien es cierto que uno antes de lanzar un ‘tuit’, y más cuando se trata de un tema delicado como el abuso de menores, debe comprobar si es cierto o no, pero por otro lado querer castigar económicamente a los usuarios de la red o demonizar el impacto de las redes sociales no es la solución», considera Merodio.

«Las redes sociales, para bien y para mal, hacen correr como la pólvora las noticias y en algunos casos se puede hacer daño a terceros si lo que se difunde no es cierto y roza la difamación, pero criminalizar y penalizar con una multa a alguien que retuitea un link o se hace eco de un comentario, no es la manera de tratar un problema. Es como si en un patio de vecinos se penalizara económicamente a cada inquilino de la comunidad que comenta que se ha enterado o que comenta tal o cual noticia», lamenta.

Y en ese patio de vecinos, interior y con mucha luz, los personajes de trascendencia pública están en el ojo del huracán. Sus palabras, miradas con lupa y en ocasiones malinterpretadas, reciben un torrente de respuestas. Sus perfiles se llenan de comentarios, algunos de ellos deleznables y fuera de lo estrictamente asumible. antantes como David Bisbal, Amaia Montero, políticos como Elena Valenciano -ahora fuera de esta plataforma- o José Antonio Monago, o deportistas como Sergio Ramos -un habitual en esto de las meteduras de pata- han recibido «bofetones sociales» en más de una ocasión. «Los personajes públicos deberían dar un curso de redes sociales para evitar meteduras de pata que afectan a su imagen», señala.

Fuente: ABC

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