Identidad digital: información, consciencia y privacidad
El hecho de que las redes sociales hayan llegado para quedarse es hoy en día indiscutible. Las propias cifras lo demuestran claramente: 700 millones de usuarios en Facebook, 200 millones en Twitter y más de 7 millones para la española Tuenti hacen que el no estar en una red social sea cada vez más la excepción a la regla (según el último informe de la Fundación Orange, el 83% de los internautas españoles son usuarios de alguna red social).
Sin embargo, esta irrupción de las redes sociales en la sociedad presenta nuevos e importantes retos para la identidad digital. Desde un punto de vista puramente sociológico, las personas se comportan de forma diferente en función del contexto en el que se encuentran. Todo el mundo tiene “yo” distintos para cada una de los diferentes entornos: familia, pareja, amigos, trabajo… El problema fundamental de las redes sociales es que existe una única ventana a través de la cual mostrar todos esos “yo”, y la mayoría de los usuarios no comprende la necesidad de compartimentar la información.
De la misma forma, el usuario carece de una consciencia de las consecuencias de sus actos. El estar delante de una ventana de navegador crea una cierta sensación de seguridad que hace que se tomen acciones que no se tomarían en persona. En los albores de las redes sociales (foros, chats de IRC) los usuarios empleaban nicks o apodos que enmascaraban su identidad ofreciendo una cierta protección, pero hoy en día la información se publica desde perfiles con nombres y apellidos, perdiéndose ese anonimato por completo.
Esta falta de información unida a la falta de consciencia provoca múltiples situaciones desagradables, casi siempre perjudiciales para el usuario (con casos ya tristemente frecuentes como que una relación termine por la publicación de una foto embarazosa o un comentario sobre el incumplimiento de las condiciones de una baja laboral cuando el jefe está en tu red y puede leerlo).
Otro problema añadido es la publicación de información sobre uno mismo de forma indiscriminada, lo que puede generar una buena cantidad de problemas. Ciberacoso o ciberbullying, robo de identidad (o de tu propia casa si usas servicios de geolocalización),… Por no decir de los problemas asociados a los menores (grooming, sexting) que se añaden a todos los anteriores.
Los problemas se agravan por la propia persistencia de la información en Internet. Todo lo que hagamos, bueno o malo, queda grabado casi para siempre. Y, asumiendo que Internet se extiende cada vez más a todos los ámbitos (por ejemplo, las empresas para obtener información de posibles candidatos a un puesto de trabajo), es claro ver que el “derecho al olvido” va a ser uno de los caballos de batalla de la privacidad en Internet de la próxima década.
Sin embargo, no es justo echar toda la culpa sobre los usuarios. En la mayoría de los casos éstos solamente quieren conseguir su fin de la forma más rápida y sencilla posible (¿quién se lee las condiciones de uso de las aplicaciones de Internet que emplea?). Y las redes sociales basan su modelo de negocio en la captación de información: cuantos más usuarios tengan y más información de ellos tengan, mejor.
Por ello los controles de privacidad, vitales para una buena gestión de las redes sociales, suelen estar escondidos tras capas y capas de ventanas y clicks (cuando no brillan por su ausencia). A ello que tenemos que sumar los continuos cambios tanto de software como de condiciones de uso, que hace muy confuso el tener actualizadas todas nuestras opciones de privacidad.
¿Qué es necesario cambiar?
- En primer lugar, los usuarios tienen que saber gestionar su identidad digital, haciendo énfasis en la privacidad: Saber qué información publicar, a quién va dirigida y las consecuencias de dicha publicación es vital para un buen uso de las redes sociales.
- Por otra parte, las propias redes sociales tienen que hacer un esfuerzo importante para facilitar la usabilidad de la privacidad (lo están haciendo, pero en mayor parte impulsadas por las protestas y quejas de sus usuarios).
En conclusión, hay todavía mucho trabajo que hacer. La creación de una identidad digital consciente e informada es un aspecto fundamental de los nuevos internautas, y hacia allí tienen que dirigirse los esfuerzos de formación y concienciación.
Fuente: Inteco
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